lunes, 14 de mayo de 2012

Desde lo más profundo de mi alma. Fatídico Lunes

Eran las 12 del mediodía. Adela estaba sentada en su mesa de oficina, como cada día. Intentaba concentrarse en el trabajo pero no podía. Estaba completamente perdida. Necesitaba salir de allí. Necesitaba escaparse a algún lugar lejos, solitario. Necesitaba tanto gritar…
No recordaba que día había empezado a pensar en él más de lo normal, no recordaba en que momento había necesitado escuchar su voz.  No dejaba de preguntarse por qué le habría dado al botón de enviar… si tan sólo lo hubiera evitado…
Dios mío! Si él supiera, si él tan sólo se imaginara lo que ella estaba sintiendo. La necesidad de él crecía en ella a la velocidad de la luz y era imparable.  Se estaba volviendo loca. Apenas había hablado con él, no más de lo que con cualquiera, pero por algún motivo se había metido dentro de su cabeza y no quería salir. Para rizar más el rizo, su mente había logrado independizarse y había escogido como persona al mando a una pequeña diablesa que no hacía más que despertarla por las noches obligándola a mantenerse despierta, enviando imágenes de él, dándole hasta un rostro, ya que ella nunca le había visto la cara.
La gente acostumbraba a decir que nada era imposible. Esto sí lo era.  Simplemente nunca pasaría nada. Él nunca sabría nada. Nunca sabría que ella lo había convertido, sin querer y sin saber cómo, en un personaje más de su imaginación. No se lo había dicho a nadie. Sería su secreto mejor guardado.
Había luchado mucho con ella misma para evitar que esto pasara pero no tenía fuerzas para luchar más. Se acabó. Se rendía. Dejaba de luchar. Dejaba de sentirse culpable.  Culpable por cómo se podría sentir su pareja si se enterara… mucho menos desde que parecía que el ya no tenía ganas ni de estar con ella. Tenía que dejar de sentirse culpable por desear a alguien que desconocía sus sentimientos…sino iba a enterarse…que daño le haría eso?
Y lo más importante, tenía que dejar de sentirse culpable por ella misma…se castigaba constantemente y había llegado el momento de asumir que ella no era la única culpable de la situación.
Sólo quería que ese lunes fatídico acabara. Sólo quería acostarse, dormir y despertar al día siguiente como si nada hubiera ocurrido. Sólo quería olvidar lo que había sucedido ese fin de semana. Sólo quería ser feliz.

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